Ayer, 24 de enero de 2016, salió publicado en el periódico Las Provincias un artículo mío sobre la educación en patrimonio, que os transcribo aquí.
LA EVIDENCIA DEL DERRIBO: EL DERRIBO DE LA EVIDENCIA
por Gracia López Patiño
El apellido que tan majestuosa y orgullosamente exhibió durante décadas escrito en azulejo vidriado sobre su fuste fue causa de su destino, la gloria, anunciando en la lontananza la fabricación del material que presta fama al lugar de enclave; el declive, premeditado derribo en una mañana de próximo y sofocante estío. La manisera chimenea industrial de ladrillo erigida a finales de la década de los cuarenta ya no podrá contarse entre los más elegantes y delicados ejemplos de arquitectura del humo de nuestra Comunidad.
Buscar solo la culpabilidad en la avaricia, en la ansiada recalificación de terrenos, en la abultada saca producto de una venta inmobiliaria no es suficiente. Una “avanzada” reforma en la ley de Patrimonio Cultural Valenciano queda corta en su avance, una fecha arbitraria, la de 1940, tropieza con la protección de chimeneas. La justicia tiene su aval, las pruebas presentadas marcan el dictamen. Un profesional firma la sentencia. El propietario ejecuta el derribo.
Es el relato de una muerte anunciada, la sensación de que cuando el caso llega al experto tiene los días contados. Por más medidas que se hayan tomado por parte de técnicos, de voluntades y acuerdos políticos, no ha sido suficiente. Ya nunca más reflejará el sol sobre Azulejos Tovar.
No era este el caso, la chimenea se encontraba junto a la nave industrial a la cual un día le fue de utilidad, pero existen numerosos ejemplares de fustes valencianos, la mayoría despojados de su entorno fabril, única evidencia de un derribo masivo que habría que revisar. Esta vez, a pesar de la ínfima superficie que ocupa en relación a su presencia, le ha tocado el turno al derribo de la evidencia. Y cuando hablo de derribo no me refiero únicamente a la demolición del elemento construido. Actuaciones incorrectas pueden enmascarar las características de la construcción, despojarlas de la información que transmiten. Y con ello la pérdida de la pieza propiamente dicha, a pesar de la presencia de la misma.
No corren mejor suerte los citados entornos fabriles, las naves, los talleres. Lugares que han quedado agazapados en la urbe, que la burbuja inmobiliaria se ha encargado de engullir elevando el valor del suelo que ocupaban. O simplemente, lugares abandonados que han sido reocupados y que no interesa mostrar en el escenario urbanita.
El patrimonio es nuestra herencia, pero además, el patrimonio industrial es nuestro legado más próximo, aquel que refleja la evolución más vertiginosa de la Historia. Es nuestro libro abierto, de historia social y económica, de etnografía, de antropología. ¿Por qué nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos imágenes de la quema de libros en papel practicada por la Inquisición? Estos libros construidos son más voluminosos y hay que seguir aprendiendo de sus páginas, precisamente para evitar que hechos tan aberrantes vuelvan a ocurrir. La protección de ese patrimonio debería estar fuera de la política. Sentar unas bases consensuadas y practicar todos. Las fechas en las leyes están reñidas con los valores
En los medios de comunicación y redes sociales nos topamos a menudo con preguntas sobre la educación en valores, si la educación se aprende en casa o en el colegio. Los que nos preocupamos por el patrimonio y, en especial, por el industrial, nos preguntamos por esa educación patrimonial, la que no despierta dudas sobre desde qué momento o en qué lugar ha de ser impartida. El respeto, base de cualquier tipo de educación, se aprende con el ejemplo y, lógicamente, todos somos escaparate de todos. No hay un lugar exclusivo dispuesto para ello, ni siquiera individuos anónimos, el espejo que refleja proviene de la calle, también de organizaciones, asociaciones, ayuntamientos, gobiernos… Impliquémonos todos, todos contribuimos a que, una vez más, el refrán «entre todos la mataron y ella sola se murió» se torne realidad.
El camino es largo, pero para algunos ya ha comenzado. Este curso, un colegio de Valencia, el CEIP Federico García Lorca tiene una misión, dará a conocer el patrimonio industrial a los más pequeños a través de las actividades a realizar en el centro que girarán en torno a esta temática, desde las excursiones, hasta la falla, pasando por las manualidades y talleres. Todo aquello que se conoce podrá ser amado y, por tanto, respetado.
Texto aparecido en Las Provincias, 24 enero 2016
Yesterday, January 24, 2016, an article of mine about education in heritage, which I transcribe here. was published in the newspaper Las Provincias .
The article tells, in poetic form, how one of the most beautiful examples of industrial brick chimney tiles that existed in the Valencian Community has been shot down . Despite political and technical attempts to keep it standing, there is a law that does not have the breadth of protection. And the owners themselves have decided to demolish it. It not only happens with smokestacks, also with other industrial heritage, which is our inheritance of the past. Respect for heritage must be the task of all individuals, organizations and governments. A school of Valencia has been given as an example to promote and raise awareness of the industrial heritage.